un poco de humor ligero…como para no dejar morir estas sombras

Así vamos, de concurso en concurso. Organizamos nuestras vidas como si ante nosotros estuviera un juez estricto pero justo. Día a día representamos nuestro papel con la cara embadurnada de grasa multicolor. Futuro, nos decimos, con los ojos brillantes y la boca aguada (salude al publico hop). Sin embargo llega un día en que tropiezas y caes de culo con el maquillaje desecho por el sudor; un día en que comprendes el absurdo de esa palabra, esa ficción de chiquillos que nos hace comprar coches y magnificas tumbas de cuatro habitaciones donde ni siquiera van a sepultarnos, esa promesa de borracho exacerbado que un dia nos dijo babeando nuestro oído :F.U.T.U.RO. Ese día miramos con atención para descubrir que quien nos juzga siempre es la gentuza; seres horribles que chillan y escupen mientras damos nuestras cándidas volteretas, mientras tratamos de ser buenos(media vuelta hop) y sonreír...

cosas que se piensan fregando el suelo

La gente que se asecha y se abraza

que se ama con los dientes mas que con el estomago

que se mira de reojo en el espejo sucio de algún criminal

la que se levanta cada día

con la esperanza de fumarse el cigarrillo

que les provocará el cáncer aquel

la que hace footing,

la que aborta,

la que se sublima en la mente del poeta hambriento,

en el fondo del bolso de una prostituta,

en la curva del hocico de un perro carroñero.

voy a salir un poco

para estar entre ellos

como el que mira pero no compra

con el temor de un enamorado deforme

temor del color rosa

del sucio atardecer naranja

no me parece surrealista

señor Breton

el salir a la calle y disparar a la multitud

lo surrealista es que se haga tan poco

Divertimento II

Hay en este fracaso

algo del hombre y  

la mudez de su hache

algo de la costra esa

la cola amputada

de la lagartija que huye

solo por la esperanza

de sus colas futuras

Algo de Faulkner

al que nunca he leído leeré

Del primer bípedo implume

que hizo música

aporreando huesos

De Jasón David Gil Pachón

agudo poeta y vendedor de pócimas

Del horrible aquel que se subía a las busetas

con un cuchillo catastrófico

algo de escozor

en la entrepierna de los dedos

mucha sal

en la palabra muerte

mucho Sábato en la sopa

Cuelgo estas palabras por el rabo

como un pájaro muerto de agua

que mi fracaso se aloje en tu muslo

en tu izquierda.

FOTO

Es una de las fotos mas famosas de la historia. Le valió un premio Pulitzer a su autor, Kevin Carter, y también el suicidio. Repudió aquella foto así como el éxito que supuso. Tal vez porque premeditadamente esperó media hora hasta que el buitre se acercara lo suficiente; o porque la foto quedó para siempre, pero el buitre siguió avanzando severo, irremediable.

Desde entonces se han escrito miles de artículos como este, en todos los idiomas, desde todas las perspectivas, pero con la misma fotografía.

Si los niños no murieran de hambre en África, si los fotógrafos no se suicidaran, si no pulsara estas teclas con un deseo enorme de patearme el culo, si usted, posible lector, no se hubiera revolcado un poco en este fango para luego salir tan limpio al trabajo o a abrazar a su madre… Tal vez un día reventará el aneurisma de la fibra óptica, se romperá la membrana de todos los monitores y los libros serán recogidos de las calles en otoño; colapsará el gran alcantarillado de los símbolos bañándonos a todos con su pasta pestilente. Tal vez entonces nos veamos los rostros llenos de mierda y el lenguaje ceda paso a la higiene. Mientras tanto…

Insectos

como el que usaba Kafka de pijama

y se quitaba para ir a la oficina

otro día mas

El que perdió sus patas en alguna palabra engomada

Como el que grita como un niño cuando lo aplasto

en sueños

Los que me salieron mañana

de la burbuja de carne en mi brazo izquierdo

Como los angelitos de seis patas

que descubren mis amigos nadando en el café

Adverbios o nostalgias

Exoesqueleto de la mente

Lo que pasa es que vi un video viejo.

Allí de donde viene el arte, de levantar la cabeza y decir no, para afirmar un si verídico y saltarín. Allí donde el alma a veces salta para sacudirse el hollín, sin importar la inutilidad material de su causa. Porque las hambres seguirán la ruta que ya conocen, y los ñeros se irán pal monte, a morir en voz baja por designio de la voluntad brutal, del engranaje ciego que nos agita y desgasta. A

pesar de esa inutilidad o quizá por ella, allí siempre existirá el hombre, pidiendo verdades o panes, llorando el algún hombro, bailando mientras los coches ladran.